Publicado por el Arzobispo Vigano – 22-OCT-2024:
Carta Abierta a los Católicos Estadounidenses
en vísperas de las elecciones presidenciales de 2024
Queridos fieles católicos estadounidenses:
Me dirijo a todos ustedes, a pocos días de las elecciones presidenciales que llamarán a las urnas a millones de ciudadanos estadounidenses.
Incluso en condiciones de relativa normalidad, el ejercicio del voto es vuestro deber moral, a través del cual cooperáis en primera persona en la elección de la persona que guiará la Nación durante los próximos cuatro años. Pero en esta próxima ronda electoral –al igual que en 2020 y en efecto mucho más aún– no estáis llamados simplemente a elegir entre dos candidatos que, esten en dos bandos políticos diferentes y que, a pesar de eso, tengan en el corazón el bien común, en el respeto de la Constitución y de la ley. No; en esta elección debéis elegir entre dos modos radicalmente opuestos de concebir el gobierno de vuestra Nación: estáis llamados a elegir entre la democracia y la dictadura, entre la libertad y la esclavitud.
Por un lado, tenemos al candidato Donald J. Trump, quien, a pesar de los graves problemas en sus posiciones –especialmente en materia de aborto y procreación asistida– tiene como objetivo el bien común y la protección de las libertades fundamentales de los ciudadanos. En la América de Donald Trump, todo católico puede practicar su fe y educar a sus hijos en ella sin interferencias del Estado.
Del otro lado tenemos una candidata y un partido que promueve todo lo que se opone directamente a la fe y la moral de la Iglesia Católica. En los Estados Unidos de Kamala Harris, los católicos –pero también los protestantes– son considerados fundamentalistas que deben ser marginados y eliminados, y sus hijos son considerados propiedad del Estado, el cual se apropia el derecho de desviarlos desde una edad temprana tanto en cuerpo como en alma. Los Estados Unidos de Trump pueden volver a ser grandes y prósperos. Los Estados Unidos de Harris están destinados a la invasión y a la destrucción moral, social y económica: la dictadura más feroz.
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¡Mirad vuestro país! Vuestras ciudades se han convertido en vertederos llenos de vagabundos y criminales, de traficantes de droga y drogadictos, de prostitutas y ladrones. Vuestras escuelas son antros de adoctrinamiento y corrupción desde el jardín de infancia en adelante. En vuestros tribunales se absuelve a los criminales y se encarcela a los inocentes: se persiguen nuevos crímenes ideológicos, mientras se tolera y se fomenta la ilegalidad. En vuestros hospitales, las corporaciones multinacionales gobiernan, y vosotros sois sus conejillos de indias para ser exterminados o convertidos en enfermos crónicos para que seáis sus clientes perpetuos. Agricultores, ganaderos y pescadores son perseguidos y obligados a fracasar, mientras que la tierra es arrebatada por corporaciones sin escrúpulos que la transforman en interminables sistemas fotovoltaicos y turbinas eólicas para alimentar sus centros de datos y granjas de servidores donde recogen todos vuestros datos, vuestros movimientos, vuestras compras y vuestras preferencias políticas. Han llegado al extremo de manipular el clima mediante sofisticadas operaciones de geoingeniería y devastadores incendios para hacer creíble el fraude del calentamiento global e imponer la transición verde, el aumento del precio de la energía y los coches y motocicletas eléctricas. Y todo ello se hace sobre la base de evidencia que consiste en mentiras sin ninguna prueba científica, pero que se propagan con la colaboración servil de los medios de comunicación del régimen, siempre dispuestos a tildar de conspiranoico a cualquier disidente. Pero lo que hasta ayer se descartaba como resultado de teorías conspirativas, ahora lo admite el propio gobierno. Te quitan la luz del sol; te envenenan sembrando nubes; inundan tus pueblos y tus campos con huracanes mortales; matan tu ganado y secan tus cosechas con sequías inducidas e incendios devastadores. Pretenden controlar todo el sector alimentario, para obligarte a comer solo lo que ellos te ponen a disposición. Es lo que exige la Agenda 2030, impuesta sin votación alguna por las Naciones Unidas y el Foro Económico Mundial.
En estos cuatro años desastrosos de la administración Biden-Harris, hemos tenido una marioneta en la Casa Blanca y una vicepresidenta corrupta e incompetente que nunca ha dejado de mentir y engañar a los votantes sobre su pasado y su futuro. El poder lo maneja el estado profundo criminal –cuyos nombres y rostros ya conocemos– que es responsable de la destrucción de su gran Nación. Y para que la crisis no tenga fin, se abren continuamente nuevos escenarios de guerra, en conflictos que en realidad nadie quiere, salvo quienes se lucran enormemente con ellos, sacrificando vidas humanas y comprometiendo la estabilidad internacional.
Ustedes han visto de lo que han sido capaces los demócratas, es decir, la extrema izquierda progresista, en cuatro años. Imaginen lo que serán capaces de hacer si, en lugar de los numerosos suplentes de Biden, es elegida su vicepresidenta –en el fraude más escandaloso e inimaginable– con su séquito de ministros LGBTQ+, rigurosamente progresistas, vendidos a China o al Foro Económico Mundial, patrocinados por George Soros o Bill Gates, manipulados por Barack Obama y Hillary Clinton. En ese momento, queridos católicos estadounidenses, no sólo tendrán que ir a otro mitin –como le gustaría a Kamala– para decir “Cristo es el Señor”, porque decir eso será considerado un discurso de odio, y rezar frente a una clínica de abortos un acto de terrorismo. No piensen que estas son hipótesis remotas: allí donde la izquierda progresista toma el poder, instaura la dictadura más viciosa, antihumana y anticristiana que la humanidad haya conocido jamás. Y sabemos que cada vez que la izquierda ha llegado al poder, nunca ha salido por la vía democrática.
Donald Trump y Kamala Harris: no estamos hablando de dos visiones un poco diferentes pero que forman parte del habitual tira y afloja político. No; estamos hablando de dos mundos diametralmente opuestos e irreconciliables, en el que Trump lucha contra el Estado profundo y se compromete a liberar a Estados Unidos de su control, mientras que en el lado opuesto tenemos a una candidata corrupto y chantajeada, una parte orgánica del Estado profundo, que actúa como un títere en manos de belicistas como Barack Obama y Hillary Clinton, de autoproclamados “filántropos” como los criminales George Soros y Klaus Schwab, o de personajes como Jeffrey Epstein y Sean Combs. Su programa es el de la Izquierda Global, el Foro Económico Mundial, la Fundación Rockefeller, la Fundación Bill y Melinda Gates y, en última instancia, el programa de Vanguard, BlackRock y StateStreet. Su agenda está dictada por la oligarquía financiera que controla a la humanidad en detrimento de los pueblos: una élite que opera no sólo en Estados Unidos, sino también en Canadá, Australia, Europa y dondequiera que la política esté secuestrada por sus fondos de inversión y sus organizaciones pseudohumanitarias dedicadas a la destrucción de la civilización occidental.
Detrás de esa gente –a estas alturas ya deberíamos saberlo- hay gente entregada al mal, unida por el odio satánico contra Nuestro Señor Jesucristo y contra los que creen en Él, principalmente contra los fieles católicos. Queremos que Cristo reine, y lo proclamamos con orgullo: ¡Cristo es Rey! Quieren que reine el Anticristo, cuya tiranía está hecha de caos, guerra, enfermedad, hambruna y muerte. Y cuanto más aumentan las emergencias y las crisis planificadas y creadas por la élite globalista, más tiene esa élite un pretexto para imponer nuevas limitaciones, nuevas restricciones de derechos fundamentales y nuevos controles sociales.
Joe Biden, el actual “presidente”, es un sirviente de esa élite subversiva y ampliamente chantajeable por los escándalos y crímenes cometidos por él mismo y también por su familia, empezando por su hijo Hunter. Su “vicepresidenta”, Kamala Harris, está igualmente subordinada al mismo estado profundo. Y el Partido Demócrata, al que ambos pertenecen, es la expresión de la ideología progresista que plaga a todos los partidos de la izquierda global.
El candidato Donald J. Trump, si bien asume algunas posiciones críticas serias con las que un católico no puede estar de acuerdo, representa para nosotros, queridos fieles estadounidenses, en este momento histórico específico, la única opción posible para contrarrestar el golpe globalista que la izquierda progresista está a punto de implementar de manera definitiva, irreparable y con daños incalculables para las generaciones futuras.
Votar por Donald Trump significa distanciarnos firmemente de una visión anticatólica, anticristiana y antihumana de la sociedad. Significa frenar a quienes quieren crear una distopia infernal aún peor que la anunciada por George Orwell. Y significa también –no lo olvidemos– darle nuestro voto de confianza, para que el Presidente Trump sepa que el voto masivo de católicos y cristianos que lo llevó de regreso a la Casa Blanca debe convertirse en la premisa de un compromiso más incisivo para la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, de la familia tradicional, del derecho de los padres a educar a sus hijos, y con la defensa de la fe cristiana y de la identidad cultural de la Nación.
Repito: la elección es entre un presidente conservador, quien está pagando literalmente con su vida su lucha contra el Estado profundo, y un monstruo infernal que obedece a Satanás. Para un católico, no hay duda: votar por Kamala Harris es moralmente inadmisible y constituye un pecado gravísimo. Tampoco es moralmente posible abstenerse, porque en esta guerra declararse neutral significa aliarse con el enemigo.
La gente de todo el mundo está empezando a comprender la amenaza que se cierne sobre su futuro y el de sus hijos, y ustedes, los estadounidenses, también lo han comprendido. Pero aunque esta vez será más difícil para el Estado profundo repetir el fraude del 2020, no piensen que se resignará a ser derrotado tan fácilmente. Preparémonos, pues, para evitar que los posibles atentados y escenarios de guerra civil se utilicen para imponer la ley marcial y nuevas restricciones, después de los atentados contra su vida de los que el Presidente Trump escapó providencialmente.
Pero no olvidemos, queridos fieles, que las energías humanas por sí solas son impotentes ante este despliegue infernal de fuerzas. Proclamamos que Cristo es Rey, lo que significa que Nuestro Señor debe volver a reinar, y la primera manera de hacerlo reinar es obedeciendo Su santa Ley y viviendo en Su Gracia. Dejemos que Cristo reine en vuestros corazones, en vuestras familias, en vuestras comunidades y en todo Estados Unidos de América: ese es el único camino hacia la paz, la armonía y la prosperidad para vuestra Nación.
¡Piensen en cuántos católicos hay en Estados Unidos! Voten sin vacilar y recen para que Nuestro Señor ilumine a los ciudadanos estadounidenses en su elección y conceda la victoria a quienes, al menos, no tienen problemas en proclamar que Cristo es el Señor.
Que Dios los bendiga a todos, y que la Virgen de Guadalupe, quien es la Patrona de los Estados Unidos y de todas las Américas, y San Miguel Arcángel, los protejan.
+Carlo Maria Viganò, Arzobispo,
ex Nuncio Apostólico en los Estados Unidos de América
Fuente:
https://exsurgedomine.it/241022-open-letter-eng/