J. William Middendorf
16JUN2022
La historia nos ha enseñado que lo primero que hacen los dictadores es desarmar a sus poblaciones antes de comenzar a matar a quienes se les oponen.
“Todo el poder político proviene del cañón de un arma. El Partido Comunista debe tener el dominio de todas las armas; de esa manera, nunca se podrán usar las armas para controlar al partido”. -Mao Zedong, fundador de la China comunista.
El primer acto de Mao después de obtener el control total de China en 1949 fue quitarle todas las armas a la población. Fue una política que comenzó en 1935 cuando se hizo cargo de cada provincia rural. Cualquiera que se encontrara con un arma después de la confiscación era ejecutado.
Se estima que 65 millones de chinos murieron como resultado de los repetidos y despiadados intentos de Mao de crear una nueva China «socialista». Cualquiera que se interpusiera en su camino era eliminado mediante ejecución, encarcelamiento o hambruna forzada.
Mao mató a más personas que Stalin o Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. Y todo comenzó después de arrebatarle las armas a su pueblo.
Los dictadores a lo largo de gran parte de la historia han desarmado a sus poblaciones antes de que comenzaran sus asesinatos en masa. Abundan los ejemplos más allá de Mao: Hitler tomó las armas de los judíos en noviembre de 1938 y siguió la Kristallnacht y el Holocausto; y luego tuvimos a Fidel Castro en Cuba y a Hugo Chávez en Venezuela, por nombrar solo algunos.
Cuba y el control de armas
Todo el mundo debería tener un arma, sostuvo Castro, hasta que se hizo cargo de Cuba en 1959. En un mitin en La Habana antes de asumir el poder, explicó: “Así es como funciona la democracia: les da rifles a los agricultores, a los estudiantes, a las mujeres, a los negros, a los pobres y a todo ciudadano que esté dispuesto a defender una causa justa”.
Armas que van desde metralletas checas hasta rifles automáticos belgas FN fueron entregadas a 50,000 soldados, 400,000 milicianos, 100,000 miembros de la fuerza de defensa popular que protege las fábricas y a muchos hombres, mujeres y niños en los “comités vecinales de vigilancia” de 1 millón de miembros de Cuba.
Inmediatamente después de asumir el poder en 1959, Castro cambió su posición, siguiendo la regla de Mao de que las armas no deberían estar en manos del pueblo.
Durante las tres semanas posteriores a la formación del gobierno de Castro, Radio Habana advirtió: “Todos los ciudadanos deben entregar sus armas de combate. Los civiles deben llevar las armas a las comisarías, los soldados a los cuarteles militares”.
La explicación de Radio Habana fue un tanto contradictoria: las armas estaban en mal estado de todos modos y la “lucha contra nuestros enemigos requiere un riguroso control de todas las armas de combate”.
Había una urgencia acerca de la nueva política que sugería una seria preocupación. La falta de entrega de armas militares para el 1 de septiembre de 1959, advirtió Radio Habana, sería castigada no por los tribunales penales sino por los temidos Tribunales Revolucionarios, esos tribunales canguro que sentenciaron a muerte a miles de cubanos después de que Castro asumiera el poder.
Venezuela y el control de armas
Venezuela ahora está pagando el precio por permitir que Chávez implementara el gobierno de Mao cuando llegó al poder en el 2012.
La naturaleza impactante de un colapso económico que llevó a Venezuela de ser uno de los países más ricos de América Latina a uno de los más pobres ha sido bien documentada.
Un aspecto de la crisis venezolana que no recibe mucha cobertura es el régimen de control de armas del país. Todas las armas fueron prohibidas cuando Chávez llegó al poder y se impusieron duras penas a los infractores. Las Fuerzas Armadas de Venezuela tienen potestad exclusiva para controlar, registrar y potencialmente confiscar armas de fuego.
Muchos ciudadanos ahora lamentan la legislación represiva de control de armas que el gobierno venezolano implementó en el 2012. Naturalmente, ese arrepentimiento está justificado. El gobierno venezolano se encuentra entre los más tiranos del mundo, con un historial comprobado de violación de las libertades civiles básicas, como la libertad de expresión, la degradación de su moneda nacional, la confiscación de propiedad privada y la creación de controles económicos que destruyen la productividad del país.
Las elecciones han demostrado ser inútiles, ya que se han visto envueltas en corrupción y acusaciones de manipulación por parte del gobierno. Para muchos, tomar las armas es la única opción que le queda al país para sacudirse de su tiránico gobierno. Pero el gobierno venezolano ha impedido tal levantamiento con su draconiano control de armas.
Estas lecciones de vida o muerte de la historia se pierden para demasiados estadounidenses. Nuestros Padres Fundadores no nos dieron la Segunda Enmienda para cazar patos o simplemente para protección personal en un país que en ese momento tenía una frontera vasta y aún desconocida. Nos lo otorgaron para que pudiéramos proteger a nuestra preciosa nación de caer en la tiranía como tantos otros lo han hecho.
Los políticos que respetan el ideal estadounidense no intentan menospreciar la Segunda Enmienda ni culparla de otros males de la sociedad que no han podido resolver, sino que la aceptan como parte del legado de derechos que ayuda a mantener libre a Estados Unidos.
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